cuento el patito feo
Historias para Dormir

Cuento El Patito Feo [Historias para Dormir]

Érase una vez, una niña muy tímida y alegre llamada Suan. Suan, era introvertida y creativa, le gustaba mucho dibujar y desde muy pequeña pintaba todo aquello que había a su alcance, mesas, armarios, paredes… allá donde pudiera dar un toque de color había rastro de ella. Aunque era muy pequeña, parecía que ese era su don, pues a pesar de que las líneas no estaban bien definidas, combinaba muy bien los colores y se podía notar que había armonía en todo lo que hacía.

 

Sus padres, viendo que Suan era muy inquieta y siempre estaba pintando y dibujando, decidieron regalarle lapiceros de colores, cartulinas, libretas y todo tipo de material de dibujo para que no decorara toda la casa como le viniera en cada momento. Y es que los padres de Suan, sabían lo importante que era que su hija se expresara con el arte ya que con sus compañeros la comunicación no era tan fluida.

Suan no tenía muchos amigos. Algunos niños y niñas se juntaban para jugar al baloncesto en el recreo, pero a Suan no le interesaba mucho jugar con la pelota y por tanto no se le daba bien. Este era el motivo por el cual nunca la solían elegir para formar equipo y en ocasiones se quedaba en

sola. Otros se juntaban para estudiar  Matemáticas, pero a Suan no se sentía muy cómoda con los números, pues en realidad aprendía todo lo que la maestra explicaba aunque no mostraba un interés muy definido por esta materia,  por lo que tampoco tenía mucha relación. A pesar de todo, no se sentía solitaria. Pues con tan solo poner sus colores entre los dedos empezaban a fluir líneas y formas de lo más variopinto.

 

A menudo, los maestros le llamaban la atención porque llevaba los cuadernos llenos de dibujos por todos lados; márgenes, portadas, contraportadas, libros… ¡Incluso una vez llegó a pintar la mesa! Suan se sentía muy feliz por una parte pero un poco triste por otra, le costaba empatizar con sus compañeros y eso era algo evidente, por otro lado los maestros se quejaban de que pintaba donde fuera y eso le hacía sentir que no podía expresarse.

 

Un día, Suan estaba dibujando en su cuaderno, cuando un niño se lo arrebató sin que ella lo pudiera impedir.

—¿Qué estás dibujando, Suan? —dijo el niño, en tono de burla—. ¿Otra vez con tus garabatos?

—¡Devuélveme mi cuaderno! —pidió Suan.

—¡Pero si sólo quiero ver lo que andas dibujando! —respondió el niño, riéndose junto a sus compañeros. Suan intentó quitarle el cuaderno, pero el niño lo arrojó y otra niña de la clase lo pudo coger.

—¿Qué se supone que intentabas dibujar? —preguntó la niña, mirando las hojas del cuaderno—. Parece un “Picasso”.

—Picasso es mi pintor favorito —dijo Suan.

—¡Pero si dibujaba como un niño! —dijo otro compañero asomándose para ver qué había en el cuaderno.

—¡Picasso decía que el reto más importante en su vida fue aprender a dibujar como un niño porque se sentía libre de hacer las formas como pudiera imaginar, sin ceñirse a como nos dicen que debe ser!— A lo que los niños se quedaron mirándose los unos a los otros sin entender nada.

—¿Qué se supone que hay dibujado aquí? ¿Un estanque?

—Es una familia de patos —dijo Suan, avergonzada.

—¿Esto son patos? —dijeron los niños, al unísono—. ¡Pero si son horribles! ¿Así dibujas tú un pato? ¡Vaya pato más feo!

—¡Es un patito feo! —dijo otro niño.

—¡Entonces  Suan,  es la patita fea! —dijo una niña, al fondo.

—¡No es verdad! —se defendió.

—¡Patita fea, patita fea, que eres una patita fea! —corearon todos sus compañeros.

 

Suan, se sintió muy triste y se fue corriendo de la clase pero nada más salir, en pleno pasillo se chocó con Teresa, la maestra que había oído las voces altas y no traía muy buena cara. La detuvo y la entró a clase.

Nada más verla la situación de júbilo y burlas cambió radicalmente, y es que Teresa eque era muy buena maestra y cuidaba mucho a los niños tenía una habilidad especial para reñir sin levantar la voz. Tan solo ver la cara que ponía y como agachaba su cara para ponerla a la altura de los niños y hablarles directamente era suficiente para que se acabara pronto cualquier conflicto. Pero aquel día estaba especialmente triste. Estaba triste porque lo que más le dolía en el corazón eran las injusticias y para ella no era justo que media clase estuviera burlándose de una niña y robándole el cuaderno.

 

La verdad es que todos los niños aprendían mucho con Teresa porque siempre hacía hincapié con la importancia de ayudarnos entre nosotros mismos para ser útiles a la sociedad, compartir y en general protegernos entre todos.  Pues bien, lo que habían hecho los compañeros de Suan aquella mañana fue justo lo contrario. 🙁

 

Los niños, con la cabeza baja, le entregaron el cuaderno.

¿Por qué os reís de ella?— Dijo sería y abiertamente a toda la clase.

—Porque es muy rara, profe —dijo una de las niñas.

—Sí —siguió otro niño—. Siempre está sola, dibujando. No sabe hacer otra cosa. ¡Y encima dibuja fatal!

—¿Pero quien sois vosotros para juzgar si pinta bien o mal? Dibuja lo que quiere y como quiere —dijo la profesora—. Y eso no es motivo de burla. Ni tampoco tenéis que reíros de ella porque sea diferente. Veréis niños, una de las cosas más bonitas en la vida es que cada persona es diferente. Tiene sus propios gustos y aficiones, tenemos que abrazar esas diferencias porque son las que hacen que el mundo sea un lugar distinto, plural y divertido para todos. Además, pensad que aburrido sería  si todos fueran iguales, ¿no? Por eso quiero que le pidáis perdón ahora mismo— Dijo con tono firme

—Sí, profe —dijeron todos los niños.

Y uno a uno, compañero a compañero, pidieron perdón a Suan, lo que le permitió reponerse y tranquilizarse al sobresalto que había sufrido.

Más tarde, al finalizar la clase, la maestra se sentó con Suan porque quería saber algo muy curioso. Suan,  he estado mirando tus dibujos y son muy bonitos y originales, pero he observado últimamente que utilizas muchos tonos grises y los patitos que has dibujado en realidad no son feos, sino que tienen cara de tristes—

Y después de unos segundos de silencio y con un hilo de voz Suan dijo:

—Por un lado mis compañeros no me dejan tranquila y por otro los maestros siempre me decís que deje de dibujar —

La maestra detectó en seguida que Suan no podía desarrollar su don que era la pintura porque había una parte muy importante de ella que no fluya.

—En primer lugar te quiero pedir perdón si te ha molestado que te llame la atención Suan, pero debes comprender que no puedes pintar todo cuanto veas —dijo la profesora—.  Nunca he pretendido menguar tu creatividad. Mi trabajo es darte alas, no cortártelas. Y ahora quiero darte alas, Suan. Alas para que te conviertas en un hermoso cisne, para que desarrolles tu habilidad y crezca ese interés en el dibujo—

Suan abrazó a su profesora y ésta le tendió su mano para salir juntas.

la profesora le pidió a que la acompañara a su despacho y desde allí, llamó a sus padres. Los citó para reunirse con ellos y una vez allí, la profesora les contó lo que había ocurrido en clase y como se sentía la pequeña por el rechazo que sus compañeros habían mostrado.

—Pero si es muy buena niña, no se mete con nadie, comparte todo lo que tiene y se alegra del bien de los demás…— Dijo su madre en tono preocupado.

—Lo se, —dijo la maestra— Y por eso, cuando vuelva a clase voy a hablar seriamente con los compañeros y les voy a proponer algo muy interesante para dar solución a los dos problemas. Que Suan se sienta querida y que pueda desarrollar al máximo su habilidad para la pintura.

Los padres quedaron un poco atónitos ante la respuesta tan positiva de la maestra, pero Suan que conocía bien a Teresa, interpretó que seguro que tenía una buena idea.

Sonó el timbre aquella tarde, los niños entraron a clase y como cada día la maestra les esperó en su mesa corrigiendo redacciones, problemas o cualquier tipo de tarea que les pudiera encomendar.

 

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